Otros somos más cáusticos: pensamos que los aborrecen porque es el balneario de los pobres… y los pobres son peronistas y, generalmente, no los votan. Es más, he escuchado a varios funcionarios hablar de que la gente se baña en “agua sucia y estancada” y del “daño ecológico” que la obra ha causado. “Las algas del río ya no son las mismas” te dicen, con cara de biólogo. Es decir, no han pisado nunca el lugar (sabrían que el agua corre casi normalmente) y ni siquiera se tomaron el trabajo de averiguar para qué se construyó la obra: para evitar que el río se devorara los puentes. El fin turístico era (y es) secundario, por más que en la maqueta original aparecieran windsurfistas y hasta una pequeña embarcación sobre el agua.
2. Los accidentes fatales se produjeron antes de que se extremaran las medidas de seguridad. Igual, es cierto que alguien deberá hacerse responsable de la demora en poner los guardavidas que se necesitan para habilitar semejante espacio. Pero hay que estar prevenido frente a las estadísticas: desde su inauguración en 2006, en la zona “de” los azudes (no necesariamente “en” los azudes y mucho menos “por” los azudes) murieron cuatro personas (la quinta, de la cual habla Luis Schlosberg en Puntal, perdió la vida cerca del puente negro y en una olla natural).
Ahora bien,
antes esos 30 mil riocuartenses que disfrutan de la obra cada semana debían
conformarse con ir a otros espacios del río. Y, los más audaces, buscaban
espacios mucho más peligrosos y sin ninguna protección para nadar. Sería bueno
que el intendente averiguara cuantas personas murieron en el río en los últimos
años previos a la inauguración de los azudes. Se sorprenderá: cada temporada
nuestro amable río se devoraba la vida de más de un riocuartense. Está claro: privar
a los más pobres de los azudes es ponerlos en situación de riesgo.
3. Si los hechos se sucedieron como los han narrado los medios, el municipio sintió que la provincia “le tiró” un muerto (la piba que murió por el accidente en moto del puente del Alberdi). Entonces, contestó haciéndola cargo de tres. La lógica es infame: si vos decís que yo no controlo, yo digo que vos no servís ni siquiera como guardavidas. Es la lógica del PRO frente a Cromañón, de los golpistas paraguayos, de los venerables académicos progresistas frente a la tragedia: “Los otros ponen los muertos. Nosotros sacamos rédito político.” Negocio redondo.
Ahora bien,
si hay que privar a los humildes de los azudes porque “la obra no es segura”, ¿por
qué el intendente no prohíbe de cuajo la circulación de motos en Río Cuarto?
Después de todo, solo el año pasado murieron doce motociclistas en la ciudad.
¿Por imprudencia? En parte, sí. Pero, siguiendo la lógica municipal, también
porque el EDECOM ha dado pruebas claras de que no puede controlar mucho. Y
(aclaro) no por culpa del Ente, sino por la falta de recursos materiales y
humanos (uno ya sabe que a los jóvenes correligionarios no les parece una
salida laboral digna ser policía de tránsito).
Publicado originalmente el 22 de Enero de 2013
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