Perdón Pancho Pancho Primero

La verdad, no me causó ninguna gracia saber que Bergoglio era electo Papa. Las dudas planteadas sobre su rol en la dictadura y su clara aversión al kirchnerismo lo ubicaban en un lugar sumamente antipático a mis preferencias.

Pero desde el miércoles hasta hoy, algunas cuestiones han sido puestas en blanco sobre negro. El episodio supuestamente más oscuro de la vida de Bergoglio en la dictadura es, al menos, objeto de interpretaciones varias. Caído el gobierno democrático, Bergoglio sugirió a dos curas villeros que, por su propia seguridad, abandonaran la tarea. Ambos decidieron continuar adelante. Al poco tiempo, fueron secuestrados y pasaron cinco meses en la ESMA. Fueron liberados. Al menos uno de ellos, interpretó que aquellas palabras de Bergoglio habían sido una amenaza, no un prudencial aviso. Ergo: entre el cielo y el infierno, muchas veces la diferencia es una cuestión de interpretación.


Con estos elementos, dos conocidos periodistas de Pagina 12 iniciaron una fuertísima campaña contra Bergoglio. El motivo era otro: Néstor había elegido al cardenal como figura política más importante de la oposición. Era una jugada magistral: con esa frase ponía a la “opo” fuera de la política y del sistema, evitaba discutir con la Iglesia temas que la Iglesia no puede poner en duda sin ponerse en duda a sí misma (por ejemplo, el aborto) y terminaba llamando segundones de bajo nivel a Macri y compañía.

Bergoglio entendió la jugada y, también experto en el manejo del poder, bajó el perfil para no quedar en el centro de una escena que no le era propia. Sólo iba a reaparecer para cuestionar la ley de matrimonio igualitario a la que calificó (exageradamente, para mi gusto) de obra del demonio.

Mientras, la muerte de Néstor y la personalidad de Cristina (quien no por Bergoglio, sino por convicciones propias, se opone al aborto) hicieron que lentamente la relación entre ambos se fuera emprolijando casi a escondidas. Igual, el cuestionamiento de la Iglesia al modelo económico y la falta de autocrítica por todo lo actuado durante la dictadura, volvió a colocar frente a frente a unos y a otros a fines del año pasado.

Nada raro bajo el sol. En toda Latinoamérica, la Iglesia de Medellín y Puebla, la que generó la Teología de la Liberación, ha ido mutando. Hoy es claro que mientras desde el discurso se habla de la necesidad de acabar con la pobreza, el ataque a los gobiernos populares no se condice con el silencio que hubo frente a los gobiernos neoliberales de la década del 90. Pero ese es otro tema.

Lo concreto es que Bergoglio puede haber sido un “tibio” durante la dictadura, pero ha quedado claro que no tuvo nada que ver con los colaboracionistas de la época. Es más, ya se cuentan por decenas los testimonios de quienes aseguran que sacó de las garras de la muerte y la tortura a no pocas personas. Casi, casi, un Schindler argentino. Y no son testimonios de “cualquiera”. Aunque respeto a Estela de Carlotto, quien cuestionó la falta de compromiso con “Abuelas” de parte de Bergoglio, no puedo menos que rescatar los testimonios de mi querido pastor Miguel Hesayne, del principal teólogo de la Liberación, Leonardo Boff, de una jueza puesta por Cámpora y destituida por Videla y de uno de los sacerdotes que acompañó a Angelelli en los instantes previos a su muerte. Está claro: no son Fernando Bravo, Magdalena, Nelson Castro y la Micetti los únicos que hablan bien de Bergoglio.

¿Entonces? Entonces lo que hay es una profunda incomprensión de las diferencias que separan la religiosidad de la política. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” le dijo Jesús a un pícaro que buscaba argumentos teológicos para no pagar impuestos. La postura anti eclesial (que no tiene nada que ver con el peronismo ni con la mayor parte del kirchnerismo) de algunos “comunicadores” del gobierno nacional se tradujo en una estúpida, delirante, falsa y, por sobre todo, ignorante campaña de desprestigio con el Papa. Incluso, como corresponde a los idiotas útiles, cientos y cientos de “faisbuqueros” divulgaron dos supuestas fotos de Francisco I junto a Videla. En realidad, una correspondía a un ignoto sacerdote apenas parecido hace 35 años a quien es hoy Bergoglio, dándole la comunión al asesino. La foto de France Press fue publicada en 2002 por Pagina 12 en una nota titulada “Iglesia y Dictadura” en la que no se menciona a Bergoglio, salvo tangencialmente por el caso de los curas villeros. La otra es un monumento al delirio. Es una foto de Primatesta al que hay que estar muy empastillado o ser muy estúpido para confundir con Bergoglio.

Sólo Cristina, cuando no, desde el kirchnerismo estuvo a la altura de las circunstancias. Después de una reacción más fría que el pecho de Riquelme, transformó una noticia que parecía contradecirla en lo que realmente es: una buena noticia para la Iglesia. 30 años después de que Juan Pablo II transformara en blasfemia cualquier discurso progresista dentro del catolicismo, llega al Papado un moderado que se hace llamar Francisco I para profundizar la opción eclesial por los más pobres. No pidamos mucho más. En el contexto, es un evangelio. Es decir, una buena noticia.


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