En la convención municipal, el bloque radical no creía en las bondades de incorporar la figura del Defensor del Pueblo. Pero la figura generaba y genera empatía con el ciudadano medio, por lo que cualquier argumento en contra de esa iniciativa del PJ era “impopular”. Entonces, los convencionales radicales optaron por el mal menor: acordaron la creación del Instituto pero condicionaron su elección a la voluntad del oficialismo (Rins, en ese momento). El acuerdo quedó patentizado en el propio recinto, la vieja estación de trenes: la Unión Vecinal aportó los votos necesarios para que el modo de elección quedara consagrado: cualquier partido de la oposición podía presentar candidatos.
El
oficialismo elegía entre ellos el más “afín” a su modo de ver. Pocos meses
después Mario Alesci asumía la Defensoría. Pero a Rins y los suyos algo les
salió mal: la Unión Vecinal (un partido surgido con el único fin de aprovechar
electoralmente el paso de Alberto Biglione por la intendencia durante la
dictadura) percibió que su tiempo se agotaba y buscó en el PJ delasotista
mejores opciones. En síntesis, Alesci se transformó en una piedra en el zapato
de Rins y (ya reelecto) no generó mayores inconvenientes cuando el PJ condujo
los destinos de la ciudad. Luego fue el tiempo de Juan Llamosas y del Lalo
Mugnaini.
Este último, a pesar de su innegable relación con
el PJ, fue electo gracias a que, primero, consiguió un sello para postularse
(el de Cavallo) y, luego, contó con la aquiescencia de algunos concejales del
PJ que lo legitimaron con su apoyo. La tercera condición (el acuerdo con el
radicalismo) se deduce del desapasionado acompañamiento que encontró la oposición
cada vez que recurrió a él por un tema en el que claramente debió intervenir.
El ejemplo más notorio fue el caso GAMSUR aunque hasta el día de hoy, con el
tema de las antenas de la TDA, el perfil que brinda es el mismo.
¿Cómo podría la oposición peronista recobrar el
sentido que la Constitución local pretendió darle al Instituto? Aunque no es
condición suficiente, si es imprescindible que sea capaz de impulsar un único
nombre para ocupar el cargo. Tarea nada fácil en momentos en que el gobernador
parece dispuesto a seguir allanándole el camino al intendente y cuando el
presidente del PJ entiende que sólo 4 concejales lo representan. Es decir, como
primer diagnóstico, empezamos mal. Sin embargo, fuera de la pelea entre la
Nación y provincia, hay gente muy valiosa que puede ejercer el rol con
eficiencia y ecuanimidad.
Demás está decir que sabemos muy bien que algunos
apellidos ni siquiera pueden entrar en consideración. Las circunstancias los
transforman en quiméricos, al menos desde la perspectiva que se propone en
estas líneas. Pero hay otros que pueden concitar el apoyo de todos, aun cuando
pertenezcan a uno u otro sector. De lo contrario, preparémonos para que el
próximo titular de la Defensoría sea alguien al cual el oficialismo le pague
algún favor pasado o futuro. Los nombres que suenan en los pasillos son
impresentables, al menos para la mayoría de los ediles peronistas. En cambio,
salvo Encuentro Ciudadano, nadie podría poner palos en la rueda si los ocho
concejales apoyamos a una única persona. Queda claro que varios estamos
dispuestos al diálogo, aun cuando reconozcamos los límites.
Veremos si todos
están dispuestos a respetar los compromisos asumidos ante la gente…
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