Desde el oficialismo local se insiste en que la labor de “la oposición” consiste (simplemente) en poner palos en la rueda. Cuando puede, también plantea que el peronismo cuestiona en Río Cuarto lo que avala en la provincia y que no exige para la ciudad lo que observa llega de la Nación (por ejemplo) a Villa María.
Sabemos que esas expresiones surgen ante la falta de respuestas de la propia gestión a las demandas de eficacia que plantea el ciudadano común. Y que esa misma gestión se permite entretanto oscilar en la dicotomía que representa su sueño de conducir el regreso de los años 90 en la provincia, y su incapacidad de responder aunque más no sea a las exigencias mínimas y básicas a las que se enfrenta cualquier municipio: alumbrado, preservación de la red vial, barrido y limpieza.
También es cierto que en el mismo plano nos han atribuido propósitos y conductas miserables. Hasta llevar la cuenta del porcentaje exacto de cumplimiento de sus promesas electorales pasó a ser para el propio intendente una actitud mezquina de nuestra parte.
Tampoco merecemos indulgencia alguna (según parece) por haber dicho que el plan de viviendas sociales no implica ni un plan ni necesariamente “viviendas” (el proyecto en realidad hablaba de otorgar micropréstamos para “soluciones habitacionales” como, por ejemplo, ampliar una casa con un baño y un dormitorio), colaborar con algunos sistemas de autoconstrucción o sumarse a iniciativas de terceros. Todo bien, pero lejos de la pomposidad planteada por el llamado “plan de las dos mil casas” con el cual el intendente JJ se sonríe desde los afiches.
En el mismo sentido, desde el Ejecutivo se nos condena al ostracismo por habernos “opuesto al progreso” al rechazar el proyecto de cochera subterránea en la plaza Olmos, por haber “sembrado dudas” sobre quien le pagó diez millones de pesos de más a una empresa al borde de la quiebra con la excusa de que “debía acopiar” material, y por formar parte del coro de miles de riocuartenses que reclamaron y siguen reclamando por la infraestructura vial de Río Cuarto.
No se dice, en cambio, que la cochera se iba a llevar a cabo porque el DEM dijo no contar con cinco millones de pesos para remodelar la plaza Olmos, que esa obra implicaba compromisos con el inversor que se iban a extender por más de 30 años, que IVECOR nunca informó dónde está “acopiado” el material que supuestamente pagó con plata de los riocuartenses, y que a más de un año del pico de la crisis de la infraestructura vial en la ciudad, todavía resta muchísimo para poner la casa en orden.
¿Y vos(ton)?
La última crítica del intendente municipal de Río Cuarto hacia la “oposición” apunta a su “falta de propuestas concretas”. Y, en este punto, justo es hacer una adecuada autocrítica.
En primer lugar, es cierto que no hemos ocupado el ágora local con la credibilidad y la constancia imprescindibles para ello. Nos juega en contra (demás está decirlo) nuestra propia historia de desencuentros, al margen de la sempiterna falta de recursos mediáticos que el peronismo dice padecer desde el comienzo de la era democrática. Aún así, nuestro bloque de concejales ha logrado fijar en los puntos centrales posturas comunes. No obstante, seguimos siendo presentados como un elenco de librepensadores, más preocupados en auspiciar candidaturas propias y ajenas que en ofrecer propuestas superadoras.
La realidad es distinta. A diferencia de lo que sucede con la oposición nacional y provincial, hemos buscado caminos de convergencia para sustentar algunas medidas del DEM o para ofrecer una alternativa válida a ellas. Demás está señalar que estamos frente a un oficialismo que ha sido impermeable a casi todos nuestros proyectos. Frente a ello, y (quizás) por ello, terminamos siendo presa fácil de la descalificación goebbeliana del Ejecutivo. “Una mentira repetida mil veces se convierte en realidad” decía el ex jerarca nazi Joseph Goebbels. Y el intendente (que es, quizás, el mejor publicista político de la historia reciente de la ciudad) sigue a rajatabla el principio.
No obstante, las chicanas oficiales se caen por su propio peso, por lo que no deberían preocuparnos. En cambio, sí ha llegado la hora de ocupar el espacio público con una serie de propuestas imprescindibles para el Río Cuarto que se nos viene. Estamos en un tiempo difícil en el que, si no actuamos con nobleza y pensando en el bien común, corremos el riesgo de profundizar nuestros errores. Tal vez sea utópico pensarlo, pero está claro que es la exigencia a la que rara vez supimos responder, al menos en nuestra casa.
Aunque vivamos en una sociedad exitista, limitarnos a reducir el interés general al análisis de cuánto mide en términos de encuesta una foto menos casual que los romances de Luli Salazar, reduce al mínimo las chances de generar confianza. Y en un año en el cual las alianzas y las des-alianzas internas y externas del peronismo local (en su más amplia concepción) serán moneda corriente, la imposibilidad de concretar acuerdos básicos para el municipio que nos podría tocar gobernar en el 2016, sería fatal. Y no sólo en términos de hipotética gestión futura: incluso en nuestras propias perspectivas electorales.
El próximo gobierno se encontrará (cualquiera sea su signo político) con desafíos enormes como el de resolver la problemática de la recolección , el tratamiento y el eventual enterramiento de los residuos ya en los primeros meses del futuro mandato, recobrar la sustentabilidad del río Cuarto (hoy transformado en un botín de guerra para las administraciones estaduales), lidiar con “un marco regulatorio” que permite que la ineficacia de la empresa de transporte local se siga sosteniendo gracias a los aportes de la Nación, de la provincia y de los más humildes, recobrar el poder de policía municipal hoy limitado al accionar de unas pocas buenas voluntades, generar autonomía de funcionamiento con un personal municipal en el que (al decir de “Arbolito”) le “sobran políticos”, hoy oficialistas, en espacios claves de la estructura del personal permanente; transformar un inequitativo esquema impositivo inmobiliario, tras un dilatado y ya cansador debate, cancelar deudas previsionales (algunas no reconocidas pero vigentes), recuperar una infraestructura vial destruida, con el Fondo de Obras Públicas comprometido casi exclusivamente para la realización de un plan de viviendas que DEBE CUMPLIRSE pero antes adecuarse, mejorar las relaciones institucionales con los empresarios y los trabajadores, hoy innecesariamente tan tensas que han derivado en Ordenanzas de dudosísima calidad institucional, recuperar un corralón vaciado, en fin, asumir una herencia pesadísima que demandará algo más que una gestión ordenada para salir adelante.
En ese contexto, es difícil imaginar que los riocuartenses ratificarán el “modelo” de la actual alianza gobernante. Pero también es difícil pensar que bastará un apellido para nuclear a todas las voluntades de cambio que se expresarán políticamente, por dentro y por fuera de los partidos tradicionales. Aunque ese apellido sea el del fundador del peronismo.
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