Como corresponde en esta
ciudad, el recorte informativo protege a los chantas.
En la sesión de ayer no se prohibió el uso de pirotecnia en Río Cuarto. Sólo la venta minorista. Es decir, gracias al capricho de una concejala que montó (A SIETE MESES DE LAS FIESTAS DE FIN DE AÑO) UN ESPECTÁCULO PARA SU LUCIMIENTO PERSONAL, ESPECTÁCULO QUE INCLUYÓ EL DESPRECIO A CUALQUIER SUGERENCIA DE TRANSFORMACIÓN DEL PROYECTO), si alguien tiene ganas de hacer volar por los aires la ciudad ahora podrá hacerlo, con la anuencia de las sociedades protectoras de animales y de los salames que no leen lo efectivamente normado.
Nosotros pedimos unas semanas para que durante este tiempo se articulara con Las Higueras y con Holmberg medidas comunes para evitar el traslado de las casas de venta de pirotecnia a la periferia de la ciudad.
También sugerimos que no se prohibieran hasta las estrellitas y los chasquiboom. Pusimos como ejemplo la ordenanza de Río Tercero, la única que ha funcionado con eficacia en la provincia. Ella prohíbe la comercialización y el uso de productos que generan contaminación sonora (lease bombas de estruendo) Y uno piensa que los riotercerenses algo saben de explosiones y alteraciones psíquicas como consecuencia del mal uso de un explosivo.
Por si quedaran dudas, en la iniciativa se toma como “modelo” a Alta Gracia y San Martín de los Andes, ciudades de las que lisa y llanamente se copió el proyecto. Bueno hubiera sido que aparte del “copie y pegue” se hubiera averiguado cual fue la eficacia de esas normas. Personalmente, me comuniqué con organizaciones ecologistas de la ciudad del “Che”. Ni siquiera sabían que existía una ordenanza así. Es más, me contaban que debieron hacer muchísimos esfuerzos para evitar que se incendiaran los cerros próximos en el último fin de año.
El concejal Scoppa estuvo en San Martín de los Andes el 31 de diciembre: la ciudad estuvo virtualmente iluminada a pleno por los fuegos artificiales de uso individual durante una hora. La razón es muy simple: hecha la ley, surge el deseo de gambetearla. Como no se prohíbe el uso, la gente busca en otras localidades cercanas la pirotecnia, con el consabido riesgo que implica el traslado y acopio sin ningún tipo de control.
Como corolario, por
la tarde me crucé con un funcionario que había sido citado en el recinto como
uno de los que estaba “a favor” de la iniciativa. Me dijo que esperaba ver a
fin de año a la concejala antipetardo explicándole a la gente porqué luego de
dos años sin accidentes graves en la ciudad (producto de la tarea de
concientización que Defensa Civil efectuó entre los comerciantes para que no
vendieran productos truchos) el Hospital volvía a llenarse de pacientes a los
que había que amputarles dedos o con serias dificultades visuales.
En otras palabras,
prohibir VENDER pirotecnia es una nueva medida del gigantesco, caprichoso y
mediático avestruz que nos gobierna desde hace años. Y que, como siempre,
encuentra salames dispuestos a repetir que el rey no está desnudo.
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