He recibido en los últimos días una serie de mensajes referidos a la posibilidad de una alianza de Eduardo Accastello con la UCR, el PRO y el Juecismo, entre otras verduras.
A los que parten del insulto descalificador, no pienso contestarles. Es hacerle el juego a los que trabajan, al final de cuentas, para la perpetuación del “cordobesismo” o para la llegada al gobierno de quien es definido por sus pares riocuartenses como el “intendente más corrupto de la provincia, Ramón Mestre”.
A los que manifiestan dudas legítimas, creo que vale la pena expresarles algunas ideas que nos llevan a acompañar a Eduardo en esta campaña.
Sé que no todos los compañeros que defienden el proyecto nacional y popular coinciden con nuestra postura. Están en todo su derecho. Pero esta ha sido clara desde el primer momento: queremos gobernar Córdoba, terminar de una vez por todas con “la isla” que pregonó Angeloz y el “cordobesismo”, nombre con el que De la Sota oculta su menemismo tardío.
Hemos coincidido ideológicamente en la denominada “Declaración de Villa María”, anunciamos algunas medidas muy precisas que se tomarán en los primeros meses de gobierno (derogación de la tasa vial, derogación de la ley que posterga seis meses el pago actualizado de los haberes jubilatorios, derogación del actual código de faltas, restablecimiento de las relaciones institucionales con el gobierno nacional, etc., etc.). Y hemos convocado a quien se quiera sumar a nuestro proyecto a hacerlo. ¿Quiénes lo han hecho? Muchísimos intendentes radicales (la mayoría de ellos ya formaban parte del Foro de Intendentes K), el partido de Rodríguez Saa (el diputado nacional Edgar Muller suscribió la Declaración de Villa María y dijo que era una prueba de que se podía acordar sobre el futuro de la provincia sin que ello implicara cambios en los alineamientos nacionales ni de Accastello ni de “Es Posible”), y algunos dirigentes del juecismo (en mucha menor medida, del PRO), en especial de pequeñas poblaciones que están olvidadas desde hace años por el gobierno provincial. NO HAY ACUERDO INSTITUCIONAL NI CON EL RADICALISMO, NI CON JUEZ, NI CON EL PRO. Y todo lo que se acuerda es para encontrar una fórmula superadora del “cordobesismo”, pero también del radicalismo corrupto de Mestre o el ultraliberal de Aguad. En ningún momento se cede ni la conducción ni la orientación del proyecto. Es más, Eduardo es el Secretario del Interior del PJ y, aunque adhiere a la postulación de Daniel Scioli, le ha dado amplia libertad a todos los dirigentes de la provincia para que apoyen a quien consideren el mejor candidato presidencial. Eso sí, hay dos condiciones inexorables: el candidato debe estar dentro del FPV y, luego de las PASO, todos nos encolumnaremos con quien sea el postulante elegido.
Mi experiencia personal indica que ese es el camino. En 2003 Néstor Kirchner aceptó el apoyo estructural de Eduardo Duhalde para poder alcanzar el poder. Quienes creían en una alternativa “pura” del peronismo de izquierda, en ese momento decidieron retirar su apoyo a la candidatura. Con el tiempo, todos volvieron y algunos forman parte hoy de los cuadros más importantes del kirchnerismo.
En Córdoba hay un alto porcentaje de votantes que muta sus preferencias electorales por cuestiones que difícilmente hayan sido explicadas de manera adecuada hasta el momento. Apoyaron al radicalismo en los 80 y los 90, confiaron en la rebaja de impuestos de De la Sota y en Unión por Córdoba luego, se fueron con Juez en el 2007 y repartieron sus preferencias entre Scotto-Gill y Baldassi en 2013. Sin dejar nuestras convicciones en la puerta de El Panal (parafraseando a Néstor), necesitamos del apoyo de buena parte del peronismo pero también de este sector de votantes para alcanzar el triunfo en los comicios provinciales. Ignorar este cuadro de situación transformaría a Accastello en un candidato “testimonial” como lo fueron los CUATRO CANDIDATOS en 2011 que, en conjunto, no lograron reunir el 2% de los sufragios. Así, se trabaja para el enemigo. Por eso, no nos van a escuchar responder a las acusaciones de “traidor”, de “oportunista” o de “antiCFK” que lanzan algunos compañeros contra Accastello. Ya no. No nos sirve. Es hacerle el juego a DLS y los medios, que son los que hablan oficialmente de esos “acuerdos” con el PRO. Ellos si la tienen clara: no quieren compartir nada con Eduardo porque no hay nada para compartir.
No queremos ni que vuelva Juan ni que un Mestre pise de nuevo como gobernador el interior de la provincia devastado por el cierre de escuelas rurales y de delegaciones provinciales en todos los ámbitos. Logrado ese objetivo, el “Modelo Villa María” podrá provincializarse. No es difícil. Básicamente consiste en trabajar (GESTIÓN y COMPROMISO son las palabras claves) para consolidar una sociedad igualitaria “sin barrios cerrados ni villas miserias”, como Accastello define la situación social de su ciudad. Eso sí, con un piso alto de prestación de servicios de calidad: 100% de casas con agua corriente y cloacas (con planta depuradora y todos los chiches), 95% con gas natural, uno de los índices de desocupación más bajos de Argentina, inversiones industriales, en especial de empresarios de la región, por miles de millones de pesos, aeropuerto, rutas y ferrocarril en pleno funcionamiento, etc., etc.
Y, bueno es decirlo, con un equipo de trabajo coherente y capacitado que permitirá la continuidad en Villa María del mismo proyecto. Por eso, no nos asustamos si un día Eduardo convoca a Adriana Nazario (fueron compañeros de estudios en la UNRC) o a (por pensar en alguien de un espacio antagónico) a Liliana Olivero. Sabemos qué queremos y cómo lograrlo. Y aunque los medios lo disimulen, que nadie lo dude: estamos en ese camino.
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