En los 80, las consignas eran claras. La CGT de Ubaldini (porque también estaba la que había pactado con Alfonsín) luchaba por “Paz, Pan y Trabajo”. Hoy el “paro nacional” obedece a motivaciones tan variadas como variado es el arco ideológico convocante. El principal argumento de la medida de fuerza es que el 15 por ciento de los asalariados pagan (pagamos) una pequeña fortuna mensual en concepto de Ganancias.
Algunos datos para tener en cuenta:
1. El 85 por ciento de los trabajadores desearía estar incluido entre los que pagan ese impuesto. Paradójicamente, el reclamo de mejoras salariales para los que menos cobran es absorbido por la demanda pública de una mejora en el ingreso de bolsillo de aquellos que más tienen. Es decir, progresismo al vesre. Hasta uno imagina que sería más convocante pedir por los que menos tienen en vez de hacerlo por los que están en la cúspide de la escala salarial.
2. Algunos sectores se han sumado a la medida bajo el concepto de “vi luz y entré”. Escuchar a los dirigentes de la CTA decir que convocan al paro “para luchar por la derogación de la ley “Antiterrorista” (en realidad, en contra de la parte que permite aplicar en determinados casos la ley de Abastecimiento del peronismo setentista); o a Walter Carranza señalar que la medida de los municipales es en contra de la demora del gobierno de Córdoba en aplicar los aumentos salariales a los jubilados provinciales; o a la Bancaria anunciar que se pliega al paro porque ya tenía previsto uno propio en esta fecha por cuestiones particulares, suena a avivada para aprovechar la oferta de cámaras y micrófonos para todos que ofrecen los medios opositores.
3. El impuesto a las Ganancias fue creado en 1937 como Impuesto a los Réditos. Nunca nadie (al menos, de manera significativa) planteó que “los salarios no son ganancias”. El tema es que incluye tasas que, en otros países, se perciben mediante otros tributos. El inconveniente mayor, igual, lo generó el gobierno de De la Rúa. Es que, desde el año 2000 rige una tabla que hace que a mayor ingreso se aplique una mayor tasa de imposición. El cuadro conlleva la lógica de lo progresivo, pero se cuestiona que en 14 años no se actualizaron los montos que definen en qué escalón se ubica cada contribuyente según su ingreso imponible. En otras palabras, al final de cuentas, no hay mucha diferencia entre lo que abona quien apenas supera los 15 mil pesos de ingresos mensuales y el que percibe 50 mil. Tampoco esto es extraño. Son muchos más los que se incluyen en la primera categoría alcanzada por el tributo que los que figuran en la última. Pero esta discusión técnica no aparece en las consignas proparo.
4. Tampoco se dice (salvo que se trate del ininmputable Luis Barrionuevo) que el verdadero motivo de la disputa con el gobierno de CFK ES EL DESTINO DE LA PLATA DE LAS OBRAS SOCIALES. Con Néstor “se negoció”. Con Cristina, no. Cuando CFK habló de “ajustar las cuentas” de la economía saltó que las obras sociales se llevaban más del doble de lo que realmente les correspondía por sus prestaciones. Es decir, “los números finos” desnudaron la fuente de financiamiento de los gremialistas millonarios, de sus patotas y de todo el aparato que los lleva a vivir como si se tratara de los antiguos moradores del palacio de Versalles. Y, encima, ahora se los obliga a prestar servicios a los monotributistas. Es decir, a administrar recursos de manera eficiente y honesta. Y, si, demasiado para algunos de los muchachos.
5. Por último, una experiencia personal que vivió una colega al encontrarse con un piquete de estos “luchadores”. El corte estaba sostenido por dos pibas de 14 años. Cuando mi colega le preguntó si sabían porqué estaban allí, las chicas contestaron que era porque la madre les había dicho que tenían que cortar las calles y que (a cambio) las “autorizaba” a faltar a clase miércoles y jueves. Cuando me comentaron el hecho, pensé en el esfuerzo que toda la comunidad hace para sostener la educación pública. Y en el reverendo hijo de remil puta del dirigente gremial que avaló con su silencio la violación de uno de los derechos inalienables de esas niñas. El de ir a la escuela y el de no ser sometidas por sus propios padres a una práctica tan riesgosa como la de cortar calles en nombre de una lucha que (aunque la hubieran entendido) no tenían porqué protagonizar a costa de su propio futuro.
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